Raquel Chan, una bioquímica argentina que se exilió a los 16 años a Israel y regresó al país con la vuelta de la democracia para realizar un doctorado en la Universidad Nacional de Rosario, fue reconocida con el Premio Fundación Bunge y Born 2023 por sus investigaciones en agrobiotecnología.
El recorrido académico que hizo Raquel comenzó de manera turbulenta cuando a los 16 años, mientras estaba en la escuela secundaria, tuvo que exiliarse a Israel sin su familia.
«Iba al Pellegrini y nos amenazó la Triple A a mí y a otros chicos que estábamos en el centro de estudiantes. Mis padres decidieron que me fuera porque era muy peligroso», recordó en diálogo con Télam la científica.
La bioquímica señaló que pese a que en ese momento «no se hablaba de desaparecidos» hubo otros compañeros del colegio que «no aparecieron más» y agregó que hace unos días pusieron una baldosa conmemorativa en la institución para uno de los chicos de su división.
«No pude ir, pero mandé unas palabras, fue muy emotivo. Otros ya no están, así que yo no me quejo. Yo estoy viva y tengo que vivir por los demás», reflexionó.
🏆 Premios Fundación Bunge y Born 2023 en Agrobiotecnología
El próximo lunes premiaremos a la Dra. Raquel Chan, la Dra. Gabriela Soto y el Dr. Federico Ariel por sus aportes a la ciencia de nuestro país 👏
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— Fundación Bunge y Born (@FundacionByB) September 27, 2023 Egresada en 1981 en la Universidad Hebrea de Jerusalén, Israel, Raquel aseguró «estar muy agradecida» porque pudo estudiar y aprovechar ese tiempo en una universidad «de primer nivel».
«Fue una cuestión de supervivencia. Me hice adulta a los 16 años. Mi familia se quedó en el país porque cada uno tenía su trabajo y la que estaba en peligro era yo. Además, tuve que hacer muchísimo esfuerzo para estudiar otro idioma. Eso te templa», exclamó.
De regreso en nuestro país, Raquel realizó un doctorado en la Universidad Nacional de Rosario y un posdoctorado en el Institut de Biologie Moléculaire des Plantes de la Universidad Louis Pasteur en Estrasburgo, Francia.
Especialista en biología molecular y celular de plantas, así como en ingeniería genética química, publicó más de cien artículos en revistas científicas internacionales, decenas de artículos de divulgación y es co-inventora de nueve patentes internacionales.
Entre sus principales logros se destaca haber aplicado ciencia básica en agrobiotecnología para conseguir la tecnología HB4 de tolerancia a estrés por déficit hídrico en girasol, y luego incorporarlo a la soja, trigo y maíz para sostener rendimientos en climas adversos y sequía.
«Mientras estudiábamos veíamos algo que cualquier ser humano que tiene plantas en su casa observa: cuando alguien se va de vacaciones y vuelve hay algunas plantas que se marchitan y otras que están como si nada hubiese pasado», explicó.
Bajo el interrogante «¿qué tiene la planta que sobrevive que no tiene la otra?», Raquel y su equipo comenzaron a investigar el girasol, una planta resiliente con respecto a la soja o el trigo, según detalló la científica.
«Empezamos a sacar de a uno genes particulares del girasol colocándolos en una planta que solo sirve como objeto de estudio. Ahí fue que encontramos que uno de los tantos genes que estudiamos, que se llamaba HB4, le confería una tolerancia muy fuerte a la falta de agua», detalló.
Mientras indagaban observaron que la planta que no tenía el gen moría a los cuatro días de no darle agua, mientras que la que tenía HB4 duraba 15 días.
El recorrido de esta investigación llevó muchos años de estudio, remontándose a la primera patente de este producto en 2003.
«Los estudios llevan muchísimo tiempo. Hasta que llegamos a algo patentable hay que considerar por lo menos diez años de estudios», aseguró.
Respecto al recorrido que realizaron con la investigación, la bioquímica detalló que hicieron pruebas en maíz, soja y trigo y «está en camino la alfalfa y otras plantas».
Al considerarlo como un organismo transgénico, la especialista advirtió que deben cumplir con un sistema regulatorio nacional e internacional muy severo para demostrar que el producto es inocuo para la salud humana y animal, que no tiene alérgenos ni efectos nocivos en el medio ambiente ni en la economía nacional.
Uno de los desafíos con los que se encontraron fue la falta de espacio físico, ya que no contaban con el lugar para trasladar esta experiencia del laboratorio al campo y porque «hay muchos genes que confieren tolerancia pero que no funcionan en plantas de verdad, podría haber sido un desastre», explicó.
El trigo HB4 fue aprobado luego de un exhaustivo proceso de pruebas en 2021.
La química aseguró que el desarrollo masivo de este producto «va a tardar unos cuantos años porque hay que multiplicar la producción de la semilla».
Sin embargo, «hubo 70 mil hectáreas sembradas con esta semilla y anduvieron maravillosas a pesar de haber sido el año más horrible de sequía. Lamentablemente no hubo suficiente para los demás productores», expresó.
Sobre su acercamiento al universo científico, aseguró que la curiosidad y ser observadora fue su principal motor para sumergirse en la academia.
«Llegué a la ciencia como llegamos todos los que somos muy curiosos. Es mirar las cosas y querer entenderlas», dijo.
«Yo soy de las que se preguntan ¿por qué pasa esto? y eso implica hacer ciencia y aplicar un método científico. Muchas veces las hipótesis se refutan. La ciencia requiere mucha resiliencia porque hay mucho fracaso», apuntó.
Raquel fue seleccionada entre las diez mujeres que lideran la ciencia en América Latina por la BBC de Londres (2013), recibió la distinción de la Presidenta de la Nación (2015), entre muchos otros reconocimientos y premios como el de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria al mejor proyecto en estrés abiótico en plantas.
Respecto a la importancia de la ciencia, aseveró que le «cuesta» explicarlo porque «es tan importante que no nos damos cuenta».
«La ciencia la tenemos todos los días, los productos de esa ciencia los tenemos en la vida cotidiana de forma constante. Sólo tenemos que mirarlo y darnos cuenta de que eso no existía», sentenció.
Al respecto, enumeró: «Los teléfonos celulares, las computadoras, aviones, autos, el material del plato con el que comemos, la comida, la electricidad que nos ilumina, todo es ciencia».
Este año el premio Fundación Bunge y Born 2023 en Agrobiotecnología es para «una científica descollante en el sistema de ciencia y tecnología nacional, reconocida internacionalmente» y «pionera a nivel mundial», sostuvo el jurado.
Los premios Fundación Bunge y Born se entregan desde 1964, y es uno de los reconocimientos más importantes del ámbito científico nacional,.
La ceremonia se realizará este lunes a las 18.30 en la Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner (CCK).
Dos científicos, distinguidos con el premio Estímulo 2023 de la Fundación Bunge y Born
Federico Ariel y Gabriela Soto fueron distinguidos con el premio Estímulo 2023 de la Fundación Bunge y Born por destacarse a nivel internacional en agrobiotecnología, disciplina que aplica métodos y conceptos de la biología molecular al mejoramiento de alimentos como cereales, verduras y frutas.
Los investigadores acompañan a Raquel Chan, seleccionada para el Premio Fundación Bunge y Born 2023 en Agrobiotecnología, que serán reconocidos mañana en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
Federico es biotecnólogo y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional del Litoral, publicó más de 70 artículos, expuso en las conferencias internacionales y recibió numerosos reconocimientos por su trabajo.
El más reciente fue el Unesco Al-Fozan Award, como uno de los cinco jóvenes científicos CTIM (ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas) más destacados del mundo.
«Siempre los premios y reconocimientos abren un espacio para reflexionar sobre el recorrido transitado y hacer balances. Esta es una oportunidad para agradecer a todos los equipos de investigación en los que fui participando, en especial a mi grupo actual, que es una maravilla en todo sentido», dijo a Télam el científico.
Ariel se dedica a la investigación biotecnológica de las plantas para el desarrollo de nuevas técnicas saludables que reemplacen los pesticidas en el cultivo de hortalizas y frutas.
Su equipo utiliza tecnología no transgénica mediante el uso de ácido ribonucleico (ARN) de interferencia, que permite que las plantas desarrollen moléculas específicas para lograr inmunización frente a hongos, insectos o virus.
«Desde hace años venimos trabajando en el campo de la biología y la bioquímica del ARN en plantas. En el transcurso de nuestras investigaciones entendimos cómo podíamos comunicarnos con las plantas codificando información en ARN aplicándolo por spray», explicó.
Y agregó que «lo que hacemos es mostrarle a la planta un pedacito del genoma de un patógeno y las plantas generan defensas específicas para defenderse. De esta manera podemos evitar el uso de pesticidas sintéticos».
El científico especificó que el principal desafío en su disciplina consiste en articular la transformación de ciencia en tecnología, «proceso en el que hacen falta nuevos actores y herramientas. Hasta hace pocos años había asegurado que yo sólo me dedicaba a la ciencia básica en biología molecular en plantas, y hoy me otorgan un premio en Agrobiotecnología».
«Es muy importante que mi generación de científicos y científicas dediquemos creatividad y esfuerzo en el diseño de soluciones más amigables con el ambiente y la salud humana. En todas las áreas de desarrollo tecnológico, en pos del bienestar de las personas y la sostenibilidad del planeta», concluyó.
Por su parte, Gabriela Soto, doctora en Ciencias Biológicas, fue distinguida por su trabajo e innovación en genes de interés agronómico, centrándose en la alfalfa y en variedades que permiten mayor producción sostenible para semilleros, productores y consumidores, y cuenta con tres patentes de carácter internacional.
«Buscamos generar variedades nuevas que se adapten mejor a distintas condiciones climáticas, condiciones de los suelos, variedades que produzcan más en zonas subóptimas, que toleren herbicidas y aumenten la productividad, entre otros», precisó a esta agencia Soto.
Sobre el reconocimiento de este año a la Agrobiotecnología, la científica aseguró que implica «valorar y reconocer los aportes que esta disciplina hace al sistema científico, al desarrollo tecnológico y el impacto que tiene en la sociedad».
Además, la especialista señaló que en la disciplina «es muy importante estar en contacto directo con la realidad y tratar de ofrecer soluciones a problemas concretos que ya tenemos, y también podes dedicar un tiempo a tratar de predecir posibles problemas futuros para preparar estrategias para contenerlos».
«Nuestro convencimiento es que es muy importante mantener la productividad e incluso mejorarla y trabajar para generar más rendimiento, para abastecer la demanda mundial de alimento sin descuidar el impacto ambiental que dejamos, tratando de minimizar al máximo la huella ambiental, virando hacia un agro más sustentable», concluyó.
Los premios Fundación Bunge y Born se entrega desde 1964, y el premio Estímulo, que destaca los aportes de investigadores más jóvenes, se entrega desde 2001.