La literatura médica sobre el dolor físico crónico es muy vasta. El dolor es un problema médico central, que afecta a millones de personas. Tanto que en los últimos años su tratamiento se ha convertido en una especialidad en si misma, más allá de cuál sea el origen de la dolencia.
Las causas del dolor pueden ser muchas y para cada tipo de dolor el especialista moverá las piezas del tablero necesarias para tratar de que su paciente mejore su calidad de vida. Si no es haciendo que el dolor desaparezca por completo, mitigándolo o al menos logrando que el que lo sufre pueda convivir con él.
En ese escenario hay una herramienta clave y transversal a todos esos tratamientos. Por eso, en el marco del Día Mundial del Dolor, que se conmemora este martes, los expertos hacen hincapié en prestarle mayor atención. Es la parte del dolor que escapa a lo estrictamente físico para ingresar en el campo de lo simbólico.
“El dolor del paciente no es sólo algo mecánico o del nervio, sino también cómo lo interpreta. Y la forma de interpretar el dolor muchas veces tiene que ver con lo emocional. Por eso el psicólogo o el psiquiatra son fundamentales en el tratamiento del dolor”, dice a Clarín Santiago Guaycochea, presidente de la Asociación Argentina para el Estudio del Dolor (AAED).
Guaycochea agrega que “el dolor no es algo único, como tomar la presión arterial o medir la frecuencia cardíaca. Es un constructo del paciente, que interpreta el dolor acorde a su experiencia previa, experiencia personal, experiencia actual, vivencias, edad, actividad física. Por eso no hay un dolorímetro y es tan difícil medir el umbral de cada persona”.
La contención del terapeuta en el tratamiento del dolor es clave.Dicho enfoque del dolor tiende a ser global. Fátima Castaño, del Servicio de Psicooncología de MD Anderson Cancer Center Madrid,, coincide en que “el dolor es una experiencia absolutamente subjetiva. Por lo tanto, existen factores psicológicos como la tensión, la ansiedad, la tendencia a la anticipación del dolor o el miedo a sufrirlo que pueden afectar la experiencia de dolor. A veces pueden incrementarla, modularla o incluso disminuirla”.
Guaycochea suma: “Claramente el paciente con dolor crónico tiene lo que se llama ‘castotrofismo’, que se traduce en que todo está mal y que no va a mejorar. Ese es el lenguaje del paciente que tiene dolor. Por eso es tan importante el apoyo psicológico. Generalmente el paciente con dolor crónico tarda en acudir al médico del dolor. Y muchas veces se subestima el trabajo del psicólogo”.
Para el experto “lo importante es hacerlo de forma interdisciplinaria. Tener la devolución del psicólogo y que nosotros podamos decirle al psicólogo lo que interpretamos del paciente. Los médicos especializados en dolor estamos familiarizados con este abordaje, pero hay otros médicos que quizás no lo tengan tan en cuenta”.
Castaño agrega -a través de la agencia Europa Press- que “los pacientes que consiguen asumir su proceso terapéutico y esa capacidad de habituarse al dolor y disminuir la intensidad percibida, pueden llevar a cabo muchas de las actividades cotidianas”. También hace hincapié en la importancia de que el entorno del paciente conozca la sintomatología y la experiencia para entenderlo y evitar así forzarlo excesivamente o sobreprotegerlo.
Progreso del tratamiento
Según datos de la SAED, entre el 20 y el 30 por ciento de la población argentina padece dolor crónico. Guaycochea advierte que “no hay estadísticas en cuanto al éxito de los tratamientos contra el dolor. Depende la patología. Si consultan por una lumbalgia no es lo mismo una hernia de disco, una vértebra desplazada o una fractura vertebral”.
Más allá de las búsquedas posibles para aplacar el dolor físico, advierten que la variable psicológica es fundamental.¿Cómo comienza la experiencia con un especialista en dolor? “Cuando el paciente viene a la consulta uno lo que hace es bajar la expectativa de tratamiento, comentarle que vamos a hacer lo posible para aliviarle el dolor, pero no se le puede dar un porcentaje de alivio ni decir cuántas personas tienen resultados positivos en al consulta. Lo primero que hay que explicarle al paciente es que es un individuo y que hay que atender lo que le está pasando a él sin comparar con lo que le está pasando a otros pacientes”, advierte Guaycochea.
Eduardo Levin, psicólogo clínico especializado en evaluación y tratamiento del dolor, ha analizado las emociones prevalentes en pacientes con dolor crónico. “El paciente que transita un cuadro doloroso crónico -explica- se ve afectado, además de su cuadro patológico, por factores emocionales concomitantes, déficits cognitivos, alteraciones conductuales, así como una paulatina reducción en el establecimiento de los lazos sociales y afectivos. Las limitaciones que el dolor le provoca intensifican la no ejecución de actividades que desarrollaba en antaño, lo cual conlleva desgano, apatía y ensimismamiento”.
Agrega que “la propia frustración frente a la enfermedad crónica, las quejas somáticas persistentes, la escasa información sobre la etiología del dolor, acompañado todo ello de repetidos fracasos terapéuticos, aumentan la probabilidad de que los pacientes experimenten estados emocionales de ira asociados, como una respuesta natural al dolor”.
Para finalizar, apuesta a que “el trabajo terapéutico interdisciplinario podría entonces reconstruir su posicionamiento ante su cuadro doloroso, brindándole herramientas necesarias para poder alcanzar lo más valioso de su ser: hallar alivio, reinsertarse en el mundo de relaciones de manera activa, y construir mejor calidad de vida”.
Componente emocional agregado
Clarín le pidió también al psiquiatra y psiconalista Pedro Horvat que ponga en contexto la problemática: “El dolor es un dato de la realidad. Algo objetivo que está presente de forma permanente en la vida de la persona y entra en la misma categoría de las limitaciones de la vida en general, que el paciente no tiene más remedio que aceptar porque no las puede modificar y tiene que hacerse a la idea de que debe convivir con ellas”.
Para el psicoanalista Pedro Horvat, en el manejo del dolor se juega «lo objetivo y lo subjetivo».“Todos podemos pensar que podemos tener algún tipo de limitación. Para algunos puede ser el dolor crónico, para otros una limitación sensorial, para otros una cuestión personal o laboral. Es decir, situaciones con las que tenemos que lidiar. En ese sentido, el abordaje del dolor requiere el mismo razonamiento. Cómo me posiciono ante las cosas de la vida que no puedo modificar”, señala Horvat.
“Por otro lado, el dolor en particular es un síntoma subjetivo. ‘Yo siento dolor’. De modo que como lo siento interviene mi emocionalidad en relación a ese sufrimiento. Cuánta es mi labilidad, mi irritabilidad, cuánto siento que mi vida se compromete. Y subrayo la palabra ‘siento’. Es decir, no hay una medida del uno al diez para el dolor, sino que es lo que cada persona siente en relación a ese padecer”, analiza.
“Depende también de lo invasora que sea la situación. Si es una migraña, que literalmente cancela mi vida cuando estoy con migraña, el impacto es uno. Y si en cambio es esa clase de dolores que cuando uno se pone a trabajar se distrae, piensa en otra cosa y se olvida del dolor, es de otra magnitud y tiene otro lugar. Entonces entre lo objetivo y lo subjetivo tengo que pensar cuál es el lugar que le estoy dando en mi vida. Cómo puedo rescatar mi vida en general a pesar de esta limitación que tengo”, afirma el psicoanalista.
Advierte además que “hay dolores lumbares y dolores agudos crónicos que son enormemente irritantes y terminan alterando el carácter. Muchas veces el dolor crónico produce depresión, alejando a la persona de sus actividades habituales, generando trastornos en los vínculos. Como terapeutas tenemos que estar atentos a las características del dolor: a partir de determinado grado de intensidad es difícil que la persona pueda manejarlo respirando hondo y tratando de mantenerse calma”.
“En síntesis -redondea-, hay personas que pueden consultar para que se los ayude para enfrentar el dolor crónico, porque ellas mismas perciben que hay un componente emocional que le agregan al dolor. Reacciones de agresividad, depresión, irritabilidad o muchas veces de miedo. El dolor me hace pensar que tal vez tenga algo más grave aún y que entonces esto tenga una derivación más riesgosa para mí. El terapeuta debe actuar paralelamente y en concordancia con un médico tratante. Estar perfectamente informado de las causas orgánicas”.
“Por último, cuanto menor sea la repercusión emocional, no solamente la va a pasar dentro de lo posible un poco mejor, sino que va a requerir menos medicación. Esto es muy importante: si la persona confía en su medicación, confía en sus recursos personales y puede no agregarle sufrimiento adicional al dolor, todo el devenir va a ser más sencillo”.
“¿Qué quiero decir con sufrimiento adicional? Por qué me pasa esto, por qué mi vida se terminó, por qué vivo esta tragedia. Ese tipo de pensamiento melancólico de lamentarse por el destino, de sentirse elegido para la mala estrella, hacen que todo el cuadro empeore y se termine requiriendo de más medicación. Una cosa que advertiría para el uso de los psicofármacos para el dolor: no necesariamente son buenos, conviene tenerlo en cuenta. Salvo que sea muy predominante la reacción ansiosa, la reacción emocional, y que eso termine siendo mayor que la intensidad misma del dolor”.
PS