Ayer reapareció Cristina Kirchner y busca apare¬cer como comentarista cuando en realidad es protagonista.
Hoy comienza la cuenta regresiva, queda exactamente un mes para las elecciones generales en la Argentina. Dentro de cuatro domingos -el 22 de octubre- habrá que votar a la fórmula presidencial, también la lista de legislado¬res nacionales, diputados en la totalidad de los distritos y senadores en ocho de ellos. Aunque la atención está focalizada en la disputa por la Presidencia -compiten cinco fórmulas- que muy posiblemente se resolverá en un balotaje en noviembre, en esta instancia elec¬toral se define la composición de las dos cámaras del Congreso de la Nación. No es un detalle accesorio, el color que tenga supremacía en el Poder Legislativo será clave para poder gobernar en el próximo turno institucional. Úni¬camente los más experimentados, aquellos que juegan a la política en varios tableros simultáneos, están midiendo este escenario, el de la conformación del nuevo Congreso.
No es casualidad que ayer, en la víspera del carreteo proseli¬tista en el mes final a las urnas, haya aparecido la vicepresidenta Cristina Elisabeth Fernández de Kirchner. Sin el candidato de su sector, Sergio Massa, y rodeado de sus espadas más fieles, la Señora presentó la reedición del libro «Después del derrumbe», un libro que trata sobre conversaciones entre el ex presidente Néstor Kir¬chner y el filántropo Torcuato Di Tella. En ese marco, respaldó al candidato/ministro, criticó a la oposición, a Milei, a Bullrich por vía de Melconian, a Macri, a los que querían unas Paso en el oficialismo, es decir al pre¬sidente Fernández, y como si todo esto no fuera poco, dijo que ella ya había previsto un escenario de tercios.
El acostumbrado soliloquio de CFK dejó títulos a rau¬dales, hizo mención a la motosierra, a las mentiras, a la derechización de la sociedad, de la inflación, de las discusiones corporativas. Pontificó sobre todo, solo le faltó referirse al verdadero «derrumbe», el que sufrió el Partido Justicialista, La Cámpora, los sindicatos de la CGT, las organizaciones sociales y todos los sellos aliados en las elecciones Primarias de agosto pasado. Unión por la Patria (UxP) terminó en el tercer escalón del podio de adhesiones con apenas el 27% de los vo-tos.
El derrumbe electoral, que en caso de repetirse de¬jará al peronismo kirchnerista fuera del poder y dará marco a la catástrofe política más significativa en 70 años de historia, no está en el radar de Cristina Kirch¬ner. Una vez más ha tomado prudente distancia de los hechos para aparecer como comentarista, aunque es protagonista.
Mientras tanto, en otro plano, los candidatos redo¬blan el paso. Es que el recuerdo to¬davía fresco de la victoria en agosto del libertario Javier Milei -que ayer pasó por Corrientes- obliga tan¬to a Sergio Massa como a Patrica Bullrich a un mayor esfuerzo para evitar que el pleito se resuelva en primera vuelta, tal como vaticinan algunas encuestas. El objetivo de ambos parece estar claro: llegar a un balotaje para competir mano a mano contra el anarco liberal de propuestas excéntricas, que han ido menguando en intensidad con¬forme crecen las chances de ganar.
El teorema de Baglini, una vez más prueba su efecti¬vidad. El famoso postulado dice: El grado de responsa¬bilidad de las propuestas de un partido o dirigente po¬lítico es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder.
Más lejos de ganar, más exagerada es la promesa, dolarización, destrucción del Banco Central, venta de órganos, libertad de portación de armas, etc. Más cerca de ganar, más racional se vuelve la propuesta del can¬didato. Funciona siempre.
Ejemplo, el creador de La Libertad Avanza ya no ocul¬ta sus vínculos con referentes sindicales enquistados en el poder, como Luis Barrionuevo. El viernes com¬partieron un acto junto. El discurso «anticasta» quedó en un segundo plano y nadie se puso colorado. s