Juan Martín Del Potro no estaba preparado para alejarse del tenis profesional. Todo lo contrario, más bien: su carrera se vio interrumpida de manera intempestiva cuando estaba en lo más alto, acaso en su mejor nivel histórico, y con claras aspiraciones de pelear la cima del ranking de la ATP.
Aquella fatídica fractura de rótula que sufriera en octubre de 2018, en el torneo de Shanghai, cuando estaba a tiro de la cumbre, cortó de lleno sus ilusiones. Nunca más se recuperó; los dolores incluso lo aquejan en la vida cotidiana.
Su último partido oficial fue el 8 de febrero de 2022, en su noche de gratitud en el Buenos Aires Lawn Tennis Club: una anecdótica derrota ante su amigo Federico Delbonis. Aquella reaparición en el ATP de Buenos Aires era la primera desde el 19 de junio de 2019, cuando se resintiera de la lesión en la rodilla tras una caída en el césped de Queen’s, instantes antes de ganarle al canadiense Denis Shapovalov.
Desde otra perspectiva, años después de su apogeo como tenista, Del Potro se volvió incluso más reflexivo que antes. Esta semana visitó las instalaciones de la Caja Mágica, el laberíntico recinto en el que se juega el Masters 1000 de Madrid, en una de las apariciones que empezó a protagonizar en medio de los torneos, algo que tiempo atrás le provocaba cierto dolor. Ahora le encontró el gusto a recibir el cariño de los fanáticos y firmar autógrafos cuando camina por las entrañas de algunos torneos -también estuvo este año en Miami-.
No es para menos: Del Potro es una leyenda. Campeón del US Open en 2009 tras ganar una épica final ante Roger Federer, entonces número uno mundial y campeón en las cinco ediciones previas, el tandilense también marcó la historia con dos medallas olímpicas, la anhelada Copa Davis para la Argentina y un total de 22 títulos de ATP en la mejor época del Big 3, conformado por Rafael Nadal, Novak Djokovic y el propio Federer.
«Haber ganado un Grand Slam en la mejor época del Big 3 tiene un valor especial. Ahora se habla del Big 3, pero entre nosotros en el círculo íntimo siempre hablábamos los cuatro fantásticos, porque Andy Murray siempre fue el más cercano a los mejores de toda la historia. Cualquier victoria contra ellos era de un valor impresionante; un Grand Slam puede sonar a poco pero no lo es. Yo siempre les peleaba y eso es suficiente», reflexionó el último tenista diferente nacido en la Argentina.
Del Potro se sentó en la misma mesa que los titanes incluso después de haber pasado nada menos que ocho veces por el quirófano, primero por las muñecas y las últimas cuatro, entre junio de 2019 y marzo de 2021, por la dura fractura de rótula. Ya después de su último partido en Buenos Aires, en busca de soluciones para su día a día, también visitó Suiza para encarar un tratamiento y hasta se intervino este año en Barcelona.
«Busco calidad de vida para estar bien, jugar al fútbol, sumarme al pádel, que hoy está muy de moda, pero todavía no puedo hacerlo. Ni hablar que ya en el tenis no puedo pensar. Pero estoy en una lucha constante por buscar médicos, buscar tratamientos. Vengo haciendo esfuerzos desde hace diez años. Me operé seis o siete veces la rodilla y siempre dije que era la última. Cuando fracasaba venía otro esfuerzo. Es inevitable para nosotros. Estoy en esa lucha y no sé cuándo voy a poder ganar. Es el desafío que me puso Dios en mi vida», reveló.
Su repentino retiro fue un golpe. Le dolió y todavía le duele. Porque no fue una determinación propia: «Mi retiro fue una decisión de mi cuerpo; fue una salida forzada del tenis. No fue algo preparado. Ahora vengo a los torneos de tenis y me siento bien; antes me costaba. En Miami tenía un evento y luego me quedé a ver a Carlitos (Alcaraz) y lo disfruté. No tengo claro lo de ser entrenador; disfruto mucho en mi casa, no tener una rutina y ni tener viajes. Me gusta mucho más estar con los jóvenes y poder transmitir las cosas que aprendí y las experiencias a los más chicos. Me gusta eso, aunque en algún momento puedo cambiar».
¿Habrá The Last Dance? El ex número tres del mundo piensa en un partido despedida, aunque todavía no le resulta factible por su estado físico: «Hay rumores; me gustaría hacer un partido despedida, pero tiene que ser en buenas condiciones. La verdad es que el último partido en Buenos Aires me costó muchísimo. Por eso dije que tal vez era el último de mi carrera. Fue muy fuerte en lo emocional pero me costó mucho moverme».
Meses atrás, en un evento ante la presencia de Página/12, el argentino de 35 años había aclarado que no tenía sentenciado su paso por el tenis. “No tengo mi etapa en el tenis cien por cien cerrada, con llave y candado. En algunos momentos del día me siento un tenista activo. No veo videos como un tenista retirado. En mis redes sociales dice ‘tennis player’. Y lo quiero mantener. Es muy difícil el día después y, en mi caso, yo me preparo ahora. La vida me puso esto en el camino y no pude hacer un proceso como el de Nadal (NdR: se retirará este año), por ejemplo, que anunció que la próxima va a ser su última temporada. Yo era el tres del mundo, me caí, me rompí la rodilla y todavía hablo con médicos para ver cómo puedo curarme. Me siento un deportista activo”.
Y había profundizado, en términos existenciales: «Tuve que sacar armas de vida, no deportivas, y quizá son las que menos entrenadas tengo. Este desafío es diferente a los anteriores. Hoy no tengo una vida súper alegre, porque veo los torneos y quiero jugar, pero tengo que escuchar a mi físico y aceptar que el cuerpo me haga a mirar para otro camino en la vida».
[email protected]