jueves, 12 junio, 2025

Cristina presa: quien quiera oír, que oiga

Por primera vez en su historia democrática, la Argentina tendrá a una ex presidenta con condena firme y presa.

Le tocó ocupar ese lugar a Cristina Kirchner, la política más gravitante de las últimas décadas, que termina su carrera institucional envuelta en una trama de corrupción y de transferencia de dinero público a empresarios muy cercanos a su familia que se armó, principalmente, durante el mandato de su marido, Néstor Kirchner.

La condenada fue ella porque jueces de diferentes instancias del aparato judicial -muchos de ellos nombrados en las tres gestiones que encadenó el matrimonio Kirchner- consideraron que fue la responsable principal de ese revoleo de fondos que ya había dejado en prisión a uno de sus vicepresidentes, Amado Boudou, y a varios de los ministros y secretarios de Estado más importantes de sus gobiernos.

Eso es lo que terminó de definir ayer la Justicia, pero los cambios que provoca esa decisión trascienden por mucho a las biografías de Cristina y de todos los otros protagonistas de esos negociados con las obras viales que terminarán presos. La Corte Suprema hizo algo que tendrá también consecuencias en la política, y sobre todo en el peronismo, el partido que generó el pulso de los últimos 80 años en el país.

Hay un punto en el que esos dos ejes -lo que dice y lo que hace Cristina y la dirección en la que se mueve el peronismo- se cruzan: la acusación de proscripción política que ella esgrime pone al partido ante un dilema determinante. ¿Qué tiene qué hacer un partido político cuya presidenta denuncia que la Justicia le impide ilegítimamente participar de las elecciones? ¿Presentar candidatos peronistas en ese contexto no es avalar una violación flagrante e inaceptable al sistema democrático?

Todo indica que el peronismo se salteará esas preguntas, optará por presentar candidatos en las elecciones y usará selectivamente el argumento de la proscripción. En los municipios en los que Cristina mida bien, mostrarán su foto, en los que su cara funcione como ancla, la esconderán. Así funciona la política, y la que mejor sabe eso es Cristina Kirchner.

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