martes, 24 junio, 2025

Los Piojos en River: cambia la piel

Pasaron 16 años, pero bastaron apenas unos acordes de “Llévatelo” para que todo el Monumental entendiera que Los Piojos no habían perdido nada desde su última performance allí. Ni la fuerza, ni la conexión, ni la capacidad de hacer vibrar un estadio colmado. Lo demostraron el sábado, en el primero de sus dos shows en River, donde cerraron la gira de regreso con una promesa clara: esta vez no va a pasar tanto tiempo para volver a verlos.

Durante más de tres horas, Andrés Ciro Martínez y compañía se entregaron en un show de 28 temas que volvió a basarse en la riqueza viva de su discografía. Y se dice “discografía” y no simplemente “canciones” porque, a diferencia de otras bandas consagradas que se mueven con el piloto automático puesto, Los Piojos siguen explorando. Van y vienen por su catálogo, sorprenden, alteran dinámicas, y hacen de cada noche algo distinto.

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El comienzo fue con “Llévatelo”, y a partir de ahí el recorrido fue intenso y variado. Clásicos como “Te diría”, “Desde lejos no se ve”, “Luz de marfil”, “Pistolas” y “Tan solo” encendieron al público, pero también hubo lugar para momentos más íntimos, como “Díficil” y “Quemado”. La interpretación inesperada de “San Jauretche” sumó una dosis de sorpresa, mientras que “Shup Shup” marcó el cierre del set principal.

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Durante el primer bis debutó “Paciencia”, nueva canción (¿de lo que será un nuevo disco?), y hubo lugar para arreglos de cuerdas en “Vals inicial” y “Bicho de ciudad”. Cuando parecía que todo terminaba con una seguidilla potente de “Genius”, “El balneario de los doctores crotos” y “El farolito”, el final fue otro: suave, sorpresivo y bello, con “Y quemás” bajando la persiana de la noche.

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Las letras siguen retumbando en el pecho y no perdieron vigencia. ¿Qué decir de frases como “bastones que pegan sin razones” en “Pistolas”? La paleta sonora sigue siendo amplia, y el fuego sagrado que Los Piojos tienen en el vivo hace que todo lo demás —incluso lo que se discutió antes de esta gira— quede en un tercer plano. En ese sentido, la ausencia de Micky Rodríguez no pesó en absoluto. Luli Bass se mostró más que sobrada para ocupar ese lugar, sin necesidad de comparaciones.

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El «ritual» de Los Piojos ya no es el de antes, y eso no es algo negativo. Hoy, Ciro y compañía no intentan ocultar el enorme trabajo y profesionalismo que hay detrás de cada detalle. Lo celebran. Y se nota. La entrega sigue siendo total, pero ahora está sostenida sobre una base sólida, cuidada, trabajada.

El regreso de Los Piojos no fue una reunión más. Fue una afirmación potente de que siguen vivos, vigentes y con mucho más para dar. Y si la promesa se cumple, no vamos a tener que esperar otros quince años para volver a vivir algo así.

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