Tal como lo sostuvimos desde el día uno, este modelo no tiene chances de resolver ninguno de los problemas socioeconómicos de la Argentina sino agravarlos.
La crisis social sigue profundizándose, la economía continúa cayendo ya por dos trimestres consecutivos, el consumo doméstico sigue por el piso, la capacidad instalada en la industria cae por ocho meses consecutivos.
Se consolida la peor distribución del ingreso desde el año 2016, la pobreza bien medida alcanza el 50% y sin considerar en la valorización de la línea de pobreza el costo del alquiler.
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La inflación que estimada por un IPC obsoleto del año 2005 ya muestra signos a la suba, a tal punto que el anticipo de inflación mayorista alcanzó el 3,1% en el mes de agosto.
El desempleo en alza: entre noviembre y junio solamente, ya se destruyeron 236.139 puestos de trabajo formales y el último informe de Indicadores Industriales y Expectativas de la UIA señaló que “en julio aumentó la cantidad de empresas que redujeron su nivel de empleo” comparado con el informe anterior realizado en mayo y también respecto de julio del año pasado. “Es el máximo nivel de proporción de empresas con caída en la serie, casi igualando el valor de abril de 2024…”
La caída del poder adquisitivo de salarios, jubilaciones y pensiones, un 20% por debajo en promedio del poder adquisitivo del año 2023, que ya era desastroso después del 30% de caída real acumulado en los gobiernos de Macri y Fernández.
Todo para atrás y ahora cada día más rápido.
No termina acá la malaria de Javier Gerardo y su banda.
Se ha sumado a esta megacrisis social la crisis financiera que tanto preocupaba al Gobierno, con un riesgo país camino a superar los 1.500 puntos básicos, el dólar pulverizando la banda superior –la inferior ya se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales junto a la estrella de mar culona–, en fin, el mercado como lo señalara el emblemático Chavo ya “se le chispoteó” al especialista en crecimiento sin plata.
Pero a esta crisis financiera se adicionó la crisis parlamentaria y el rechazo sistemático de los vetos enviados por el Ejecutivo, incluso por gente de su propia tropa libertaria y los simpáticos radicales con peluca.
Si por esto fuera poco, también ha llegado la crisis electoral a las filas del señor gordo Dan, al que le mandamos un saludo.
En efecto, la imposibilidad de armar la alianza de ultraderecha con sectores del PRO, habiendo destratado al buenazo del ingeniero Mauricio, sumado al impacto del ajuste sobre su electorado original de segmentos medios bajos y bajos (ese 30% que le permitiera ingresar al balotaje) hizo que con apenas 260 mil votos más que en el año 2021 (la peor elección de medio término del peronismo desde 1983), el oficialismo nacional sufriera una durísima derrota en las elecciones provinciales de Buenos Aires.
Derrota inapelable que anticipa una derrota similar en las nacionales de octubre, y probablemente ya no solo en la Provincia que pilotea Axel Kicillof, sino en todo el país.
Territorio nacional donde, antes de esta debacle, del total de ocho elecciones realizadas, el oficialismo solo ganó una en CABA y la segunda en Chaco, pero camuflado bajo el ropaje del radical piloso Zdero que, seguramente, partirá a la brevedad de la nave libertaria.
Esta tormenta perfecta se descarga además, sobre un Presidente y equipo ya con ningún recurso narrativo que puedan poner en juego sin despertar más descontento, un estilo extorsivo que se observa a cielo abierto, corrupción generalizada y como vimos (muy pocos) en la última cadena nacional ensayando ahora una “mueca de normalidad” seguramente extraída del manual DSMV, que “no le sale” al señor Javo.
Tiene sí un punto a favor el Gobierno: ser un enclave regional de la política exterior desplegada por Trump, en esta etapa de disputa por la hegemonía con otras potencias emergentes, en particular China, y serlo con un nivel de servilismo sin antecedentes.
Tan lacayo resulta este gobierno que no solo entrega nuestra soberanía económica, recursos naturales incluidos, sino que es tan moralmente abyecto, que reivindica el genocidio que está perpetrando el estado sionista israelí sobre el pueblo palestino, que hoy recibe la condena internacional casi sin excepciones.
En suma, vivimos una pesadilla que esperemos tenga fin el 10 de diciembre de 2027, estimados lectores de PERFIL.
*Director de Consultora Equis.