MADRID.- Las elecciones anticipadas por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz para el 23 de febrero pueden ser un momento de clarificación para Alemania. La coalición de socialdemócratas, ecologistas y liberales llevaba demasiado tiempo instalada en la confusión, paralizada y enzarzada en disputas personales e ideológicas que le impedían avanzar y jugar el papel de liderazgo que se espera de un país central en el proyecto de la Unión Europea. Eran mínimas las posibilidades para que, en los 11 meses que quedaban de legislatura, la coalición lograse aplacar sus conflictos.
Ni Bruselas ni las capitales europeas podían permitirse un año más de gobierno agonizante en Berlín. No se trata de un gobierno más en el club, sino el de la primera potencia económica del continente. Ni tampoco es este un momento cualquiera, pues la crisis política coincide con el segundo año de recesión y dudas crecientes sobre el modelo productivo que a partir de la segunda mitad del siglo XX creó una de las economías más prósperas y con mayor bienestar del planeta. Llega, además, cuando Donald Trump prepara su retorno a la Casa Blanca en enero y amenaza doblemente a Berlín: por sus anunciadas políticas proteccionistas que pondrían en peligro las exportaciones alemanas y por la posibilidad de que Estados Unidos se desentienda de la guerra en Ucrania y deje sola a Europa ante Rusia. Como sabe Macron, quien en junio disolvió la Asamblea Nacional para obtener una “clarificación” y obtuvo un Parlamento más dividido aún, no hay garantías de que el próximo Bundestag arroje mayorías más claras que las actuales
Lo que se dirimirá en esta campaña electoral, que oficiosamente arrancó con un discurso de Scholz en el Bundestag, será si estos consensos aguantan. Europa necesita una Alemania con un gobierno sólido y europeísta, capaz de liderar el continente en estos años convulsos que se avecinan.
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