sábado, 30 noviembre, 2024

Los rusos tenemos mucho para aprender de cómo los argentinos salieron de la dictadura

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El presidente ruso, Vladimir Putin, asiste a una ceremonia de firma con el presidente kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, luego de sus conversaciones en la residencia presidencial Akorda en Astaná, Kazajstán, el miércoles 27 de noviembre de 2024.Gavriil Grigorov� – Pool Sputnik Kremlin�

Tres activistas rusos de Derechos Humanos de visita en Buenos Aires, invitados por la Embajada de Polonia, dieron a LA NACION detalles sobre el dramático clima de terror que se vive hoy en la Federación de Rusia. Respecto de la larga historia de gobiernos autoritarios en su país -desde el zarismo, hasta el régimen comunista y ahora Vladimir Putin-, el abogado Grigory Vaypan, quien trabaja en la asociación Memorial -premiada con el Nobel de la Paz en 2022- dijo: “los rusos tenemos mucho para aprender de la forma en que los argentinos pudieron salir de la dictadura”.

En lo que es su primera visita a la Argentina, la abogada Tamilla Imanova, también de Memorial, contó a LA NACION que durante el viaje a Buenos Aires la sorprendió la forma en que los argentinos que iban en el avión comunicaban unos a otros sus opiniones sin miedo a ser escuchados. “Estoy desacostumbrada. En Rusia vivimos con miedo de lo que decimos y de quiénes nos oyen. Incluso una conversación privada entre dos personas puede derivar en varios años en prisión”, afirmó.

Tamilla Imanova, activista ruso de la asociación MemorialSantiago Cichero/AFV

En este sentido, la tercera visitante, la periodista Darya Guskova -que es redactora jefe del medio opositor ruso Mediazona– contó el caso de la médica pediatra de Moscú Nadezhda Buyanova, de 67 años, que diez días atrás fue condenada a cinco años y medio de prisión por un comentario casual sobre la guerra en Ucrania, que hizo a una mujer mientras atendía a su hijo. La Justicia consideró que el hecho de haber formulado la crítica delante del niño convertía el comentario en una “declaración pública en contra de la guerra”, un delito penado por ley. Por lo que Buyanova irá durante más de un lustro a la cárcel.

Darya Guskova activista rusa de Mediazona Santiago Cichero/AFV

Los tres activistas visitaron Buenos Aires invitados por las autoridades diplomáticas de Polonia, país en el que vive la mayoría de los refugiados que huyen de la guerra en Ucrania. Además de dar varias conferencias en la capital porteña, tuvieron reuniones con legisladores y autoridades argentinas.

Aunque los tres nacieron en Rusia, su activismo político los obligó a dejar su país y hoy viven en el exilio: Vaypan en Montenegro, Imanova en Lituania, y Guskova en Polonia. “Nuestra situación es la de más de un millón de rusos que luego del comienzo de la invasión a Ucrania debieron salir del país, ya sea por su oposición a la guerra o para evitar ser reclutados”, comentó Imanova.

El diálogo con ellos comenzó por lo que hoy consideran la más grave situación en cuanto a violación de derechos humanos en Rusia: “la eliminación de cualquier posibilidad de crítica al gobierno”.

Vaypan recordó que a partir de la invasión de Ucrania en febrero de 2022 las autoridades rusas aprobaron una serie de leyes que castigan con prisión “toda opinión contraria a lo que se está haciendo en Ucrania”. “Así, la guerra tiene hoy dos frentes, uno en el campo de batalla ucraniano, y otro doméstico en Rusia en que las autoridades se ocupan de difundir las medidas represivas y dan todos los detalles de las más absurdas condenas y castigos, para que la gente viva en una atmósfera de silencio y terror. Así tuvo amplia publicidad estos días el caso de la doctora Buyanova, y también el del ciudadano Yuri Kokhovets, que al comienzo de la guerra, entrevistado en las calles de Moscú por Radio Free Europe/Radio Liberty, habló en contra de la invasión de Ucrania. Recientemente las autoridades informaron que su condena inicial de dos años de trabajos forzosos, había sido aumentada a cinco años de prisión”.

Imanova completó el cuadro explicando de qué manera la represión afecta incluso la intimidad familiar y pone a los padres en alerta respecto de lo que comentan delante de sus hijos. Un caso de gran difusión fue el de la pequeña Masha Moskaleva, de 12 años. En la escuela de la localidad de Yefremov, 300 km al sur de Moscú, pidieron a los alumnos que hicieran un dibujo sobre la “operación especial” en Ucrania, y la niña presentó la ilustración que acompaña este artículo, con una bandera ucraniana y las palabras “Gloria a Ucrania”, cohetes y una bandera rusa con la frase “¡No a la guerra!”.

El dibujo en contra de la guerra, de Masha Moskaleva

Las autoridades del colegio hicieron la denuncia en la policía y, como se trata de una menor, el castigo cayó en este caso contra el padre, que estaba separado de la madre de la pequeña y tenía a la menor a su cargo. “El hombre no solo perdió la custodia de la niña, que fue entregada a la madre, sino que lo condenaron a dos años de prisión por el dibujo de su hija”, recordó Imanova.

Por su parte, Guskova contó cómo trabaja la prensa que en su caso, como redactora jefa de Mediazona desde Lituania, enfrenta un doble desafío: recibir la información de lo que está ocurriendo en Rusia e informar a la población rusa sobre lo que sucede en el país.

“Para recibir nuestros reportes tenemos colaboradores dispersos por toda Rusia que nos hacen llegar la información especialmente vía Telegram, una red que no está censurada, y en donde el gobierno no puede llegar a identificar al emisor”, explicó Guskova. En cuanto a la posibilidad de leer Mediazona dentro de Rusia, los técnicos del sitio web idearon un sistema particular. “El Kremlin bloquea todos los días nuestro sitio, pero el sistema crea automáticamente un link ‘espejo’ que permite a los usuarios volver acceder con el mismo link. Así, nuestros lectores pueden seguir recibiendo la información”, señaló la periodista.

Tamilla Imanova, Grigory Vaypan y Daria Guskova, activistas rusos de derechos humanos.Santiago Cichero/AFV

El sistema represivo del gobierno no logra impedir que haya otros pequeños espacios que escapan a su control y donde la gente expresa el disenso, según contaron los activistas. Hay gente común que arranca subrepticiamente los carteles de propaganda que el gobierno pone en la calle, escribe graffitis, o hasta hace pequeñas gacetillas en sus casas que son repartidas anónimamente debajo de las puertas del barrio.

Al ser consultado sobre el grado real de popularidad del presidente Putin, que en marzo pasado, sin ningún opositor de peso, fue reelegido por el 87% de los votos, el doctor Vaypan expresó sus reservas. “Se lo voy a decir con una metáfora. ¿Cómo puede medir usted la temperatura ambiente cuando todos los termómetros fueron destruidos? No hay en Rusia hoy manera de saber lo que la gente realmente piensa. Cuando viví en Rusia, fui fiscal de unas elecciones en 2008. En la mesa que me tocó fiscalizar yo conté personalmente 400 votantes, y en los cómputos finales los resultados estaban basados sobre 800 sufragantes. Entonces, lo único que puedo afirmar de Rusia es que es una dictadura, y en una dictadura no hay manera de saber el apoyo real que tiene el dictador”.

Grigory Vaypan, activista ruso de la asociación MemorialSantiago Cichero/AFV

Vaypan también se mostró escéptico sobre las promesas del presidente electo norteamericano, Donald Trump, de que podría alcanzar un rápido acuerdo de paz en Ucrania. “La guerra es la piedra fundamental del régimen ruso. Es muy naif pensar que se pueda alcanzar un acuerdo de paz con Putin en el poder. Putin significa ‘guerra’. Además, él quiere todo el territorio de Ucrania, no se va a conformar con solo una parte, como propone Trump. El mundo debe entender que, si no se lo frena, Putin va a seguir extorsionando a todos con la amenaza nuclear”. Para Vaypan, la única solución verdadera es que eventualmente, por algún motivo, Putin deje el poder o sea derrocado, “pero nada de eso aparece a la vista por ahora”.

Esperando ese momento, Vaypan se ilusionó con el camino seguido por la Argentina para dejar las dictaduras en el pasado. “Los argentinos son para los rusos un ejemplo en el camino que siguieron hacia la democracia y el Estado de derecho. El camino que hicieron los argentinos incluye la rendición de cuentas de los crímenes cometidos por la dictadura. Rusia nunca hizo ese trabajo cuando la Unión Soviética se disolvió en 1991. Hubo un período limitado en el que hubiera sido posible exigir cuentas al aparato de seguridad soviético por sus crímenes. Pero no se hizo nada. Así que para nosotros es fundamental aprender de esa lección para que, cuando tarde o temprano Putin deje el poder, Rusia no desperdicie esta vez la oportunidad hacia una democracia duradera”.

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