Javier Milei tiene previsto aterrizar el viernes en Roma, en una visita fugaz de menos de 48 horas, invitado por su aliada Giorgia Meloni para participar de un festival juvenil que se llevará a cabo en la capital italiana, y, de no mediar imprevistos, en la noche del sábado ya estará otra vez arriba del avión para regresar a Buenos Aires. Al día siguiente, Francisco volará a Córcega, la cuarta isla más grande del Mar Mediterráneo que nunca tuvo una visita papal: estará solo doce horas junto a obispos italianos, franceses y españoles en una conferencia organizada por la diócesis de Ajaccio. El martes, el Papa festejará sus 88 años en Santa Marta.
Será tan exprés la gira de Milei, en el marco del sexto encuentro que tendrá con la primera ministra italiana desde que es presidente -se vieron hace pocas semanas en nuestro país y exhibieron la cercanísima relación política e ideológica que los une-, que el Gobierno no hizo ningún pedido formal de audiencia para intentar concretar un encuentro con el Papa. Suena lógico: la visita es muy breve y Francisco, se sabe, no es muy adepto a que lo visiten de pasada, como una especie de escala cuando en realidad el verdadero motivo del viaje es otro.
Lo cierto es que en Roma y en Buenos Aires también se sabe que, a un año del desembarco del libertario en la Casa Rosada, el vínculo entre Francisco y Milei no pasa por su mejor momento. Ya no se trata de la evidente animadversión que el propio presidente manifestó durante la campaña, cuando lo acusó de ser “el representante del maligno en la Tierra” o de ser condescendiente con “dictaduras sangrientas” y con “comunistas asesinos”, entre otros severos reproches. En febrero, cuando el Papa lo recibió por primera vez en el Vaticano durante una hora, dejaron de lado esas rencillas y se fotografiaron sonrientes después de un intercambio telefónico que mantuvieron tras el triunfo del economista, antes de asumir, por una gestión del oftalmólogo papal.
Ahora, no se trata de eso, pero las diferencias son notorias. Por el rumbo de la gestión presidencial, por la crisis social y por la posición del Gobierno, por ejemplo, en el conflicto en Medio Oriente. En Casa Rosada no acusaron recibo. Por el contrario, por algunos movimientos de estas últimas semanas, para Milei, la relación con el Vaticano no figura al tope de su agenda de prioridades.
En ese contexto, el posible regreso papal a la Argentina, una hipótesis recurrente desde que se instaló definitivamente en Roma, en el 2013, empezó a perder fuerza en estos meses, más allá del deseo que el Papa declaró en reiteradas oportunidades. Tal como publicó este medio hace diez días, la renovación del pasaporte argentino por parte del pontífice despertó, falsamente, la ilusión de algunos curiosos.
Hace quince días, en el acto por el 40° aniversario del Tratado de Paz entre Argentina y Chile, Milei dejó en evidencia que, para su gobierno, el vínculo con el Papa no ocuparía un lugar relevante. Ya había confirmado la participación del canciller Gerardo Werthein en la audiencia que se celebró el lunes 25 de noviembre en Roma cuando, furioso por un altercado diplomático con su par Gabriel Boric en la cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil, del que no trascendieron detalles, le ordenó al ministro que no viajara a la capital italiana, y que el país esté solo representado por Pablo Beltramino, el embajador ante la Santa Sede.
Cuentan que, días antes de esa celebración, y convocado por Werthein en su oficina de la Cancillería para conocer de primera mano los motivos del faltazo, el embajador chileno en la Argentina salió sorprendido de esa reunión. A diferencia de nuestro país, Chile sí envió una nutrida comitiva que incluyó al canciller, a funcionarios del Congreso y al delegado del país trasandino en Buenos Aires.
La decisión del gobierno argentino cayó muy mal en el Vaticano, en donde se siguen con atención hasta los más mínimos detalles. Tampoco se recibió con satisfacción que ningún representante diplomático se haya acercado, con posterioridad a esa audiencia, a la presentación de La Crucifixión Blanca, la obra célebre del pintor bielorruso Marc Chagall que será exhibida en la capital italiana hasta fines de enero con motivo del Jubileo 2025, y que representa la persecución y el sufrimiento del pueblo judío. Ese cuadro tiene un valor especial para Francisco: es su preferido.
En junio, con la excusa de la cumbre del G7 que tuvo lugar en la exquisita región de Apulia, en las costas del Mar Adriático, Francisco y Milei intercambiaron un saludo cálido y divertido, de apenas un puñado de segundos. Otra vez, como en el encuentro de febrero que el Papa lo extendió por una hora como señal de cooperación en los primeros meses de gobierno y para conocer más en profundidad el pensamiento de un dirigente extravagante con el que tiene escasísimas coincidencias, ambos sonrieron. No se volvieron a ver, y las señales de este segundo semestre del año entre Roma y Buenos Aires no fueron precisamente de consenso. Más bien lo contrario.
Desde entonces, los gestos del gobierno fueron confusos. El Papa, por su lado, alternó sus acciones. Recibió a la cúpula de la CGT -la audiencia fue breve y desordenada-, al gobernador Axel Kicillof y a sindicalistas de Aerolíneas Argentinas con los que posó con una bandera distintiva en medio del debate privatizador impulsado por el Ejecutivo. Pero también fue anfitrión de la ministra Sandra Pettovello y de la vicepresidenta Victoria Villarruel, con la que, según trascendió, bromeó por sus permanentes chispazos con la Casa Rosada.
Sin embargo, uno de los mensajes más directos y contundentes del pontífice fue en septiembre, en el décimo aniversario del primer encuentro de los Movimientos Populares en el Vaticano, sentado al lado de Juan Grabois, un acérrimo opositor al Gobierno: habló de “Justicia social” y criticó en durísimos términos el protocolo anti-piquetes de Patricia Bullrich. En el medio, hubo una serie de votaciones del país en Naciones Unidas y en foros vinculados, por ejemplo, con el cambio climático que colisionaron con la postura histórica del Vaticano.
Para esa altura, Francisco Sánchez, que asumió la secretaría de Culto con una batería de viejos posteos en las redes sociales con agravios directos contra el Papa -una designación que no fue del agrado de la Iglesia-, ya había dejado su cargo. Lo reemplazó Nahuel Sotelo, que reporta a Santiago Caputo, y que intentó un acercamiento con la Iglesia, por ahora sin demasiados logros. Su pareja es una conocida influencer del mundillo católico.
Tras el desplante del Gobierno en la ceremonia compartida con Chile, mientras la tensión seguía in crescendo, Milei ensayó entonces un acercamiento. Lo hizo a través de Sebastián Pareja, un funcionario cercano al presidente pero de extrema confianza de su hermana Karina que tiene a su cargo el armado bonaerense de La Libertad Avanza. De San Lorenzo, como el Papa, mucho más político que muchos de sus colegas, Pareja fue recibido la semana pasada en Roma por Francisco, que lo espero en un lugar especial: en el segundo piso de Santa Marta, en la antesala de su habitación, donde no recibe a cualquiera.
Fuentes oficiales y vaticanas explicaron que el funcionario -vistió corbata azul y roja- fue con un mensaje puntual, para saber la visión papal de la situación social y económica del país. Pareja preguntó si podían sacarse una foto y si podía publicarla, y Francisco dio el visto bueno. Según las fuentes, quedaron en seguir en contacto a través de los secretarios papales. A su regreso, el armador bonaerense reportó a sus superiores. En Cancillería dicen que el presidente, la secretaria General de la Presidencia y Werthein quedaron “conformes” con el resultado de la visita. Pareja podría transformarse, tal vez, en uno de los interlocutores con Roma.
“El Papa está preocupado, y muy distante”, le aseguró a Infobae un dirigente que lo visitó en estos meses. “¿Qué significa ‘muy distante’?”, preguntó este medio. “Distante de todo lo que tenga que ver con el universo Milei/libertario”, abundó. Dijo además que lo vio muy lúcido, a pesar de la dolencia que lo aqueja desde hace tiempo en una de sus rodillas. En estos días se lo vio con un hematoma en la cara, por un golpe que tuvo al costado de su cama.
Un dirigente libertario que conoce a interlocutores habituales del pontífice reconoció, consultado para esta nota: “Parece difícil que venga el año que viene”.
Al Papa sí lo inquieta mucho, explicaron fuentes de la Iglesia, la crisis social que, según transmiten esas mismas fuentes, para Francisco se agravó en este 2024, desde que Milei desembarcó en la Casa Rosada. Reconoce, de todos modos, los sinsabores de la herencia recibida por La Libertad Avanza.
El Papa estuvo este tiempo muy metido en la reorganización de la Conferencia Episcopal, para elegir como presidente de la CEA a Marcelo Colombo, el arzobispo de Mendoza que, a diferencia de Oscar Ojea, tiene un perfil muchísimo más revulsivo, indispensable para estos días. No fue el único movimiento de una reestructuración mayor de recambio generacional y figuras bien representativas del pensamiento papal, que incluyó en ese sentido un fuerte gesto hacia Gustavo Carrara, al que le asignó el estratégico arzobispado de La Plata. Una señal de confianza hacia el ex obispo auxiliar de Buenos Aires que ya había sido nominado por sus pares al frente de Cáritas y está abocado hace años a la problemática social y a los sectores más vulnerables.
Carrara estuvo estas semanas en Roma, y le llevó al Papa una radiografía exhaustiva de la situación social. El Papa escuchó con desasosiego. Es tan estrecha la relación del obispo con Francisco que, cuando visita la capital italiana, se hospeda en Santa Marta.
A fines de noviembre, desde la conferencia episcopal expresaron con un comunicado “la más profunda preocupación” por la disolución del Fondo de Asistencia Directa a las Víctimas de Trata de Personas, creado en el 2019 a través de la ley 27.508.
Hay un tema que le agrega, en paralelo, una cuota importante de tensión al vínculo entre el Vaticano y el gobierno: la posición férrea de Milei en defensa de Israel por los ataques terroristas de Hamas y Hezbolá y la postura contraria de Francisco que, tal como publicó en su reciente libro “La Esperanza no defrauda nunca”, pidió investigar si “hubo un homicidio en Gaza”. El presidente revalidó en estos días su posicionamiento, dijo que firmará un memorándum con Israel “para combatir el terrorismo y las dictaduras”, y rechazó la decisión de la Corte Penal Internacional (CPI) de emitir órdenes de arresto contra el Primer Ministro Israelí, Benjamin Netanyahu, y Yoav Gallant, ex ministro de Defensa. La Santa Sede, por caso, reiteró los dichos del Papa a través de Pietro Parolin, el secretario de Estado vaticano.
Es un punto que separa a ambas partes, sin posibilidad de acercar posiciones. Para peor: si Milei avanza con su idea de mudar la embajada argentina en Israel a Jerusalén, eso sí terminaría de agrietar al máximo el vínculo entre Roma y Buenos Aires.