lunes, 23 junio, 2025

Una guerra esperable, a la que acaba de sumarse Estados Unidos

El actual conflicto entre Israel e Irán, al que acaba de sumarse EE.UU. con el ataque a las centrales nucleares de Fordow, Natanz e Isfahán, no surgió de un ataque preventivo de Israel. Tampoco fue una sorpresa. Irán hizo una declaración de guerra a Israel cuando Hamás atacó a Israel el 7 de Octubre. Desde entonces hubo una guerra por etapas, con pausas y múltiples actores. Para entenderlo, veamos un panorama más amplio. .

Desde 1979 Irán está gobernado por una dictadura que ejerce terrorismo de Estado contra sus propios ciudadanos, imponiendo una visión oscurantista de la religión. Los líderes religiosos que manejan Irán –los Ayatolás– impusieron una visión contraria a la libertad y a los derechos humanos, con un fuerte espíritu antioccidental, y declararon a Estados Unidos e Israel como sus principales enemigos. Por décadas han dicho que Israel “es un cáncer que debe ser extirpado” que “debe desaparecer”. No reconocen su derecho a existir y ni siquiera usan su nombre, se refieren a él tan sólo como el “régimen sionista” –si el lector ha escuchado esta expresión recientemente, hay altas posibilidades de que haya sido dentro del marco de la propaganda proiraní–.

Irán es designado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos como un “patrocinador estatal activo de terrorismo”. Los argentinos lo vivimos en carne propia, con los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel. El fiscal Alberto Nisman demostró en la justicia la responsabilidad de Irán y su vínculo con quienes pusieron la mano de obra terrorista –suicida–: Hezbolá.

Irán financia, arma y entrena ejércitos enteros en el extranjero que luego usa para sus propios objetivos. Hezbolá en el Líbano logró ser varias veces superior en número y potencia bélica al ejército nacional. Con este poderío tuvo al Líbano de rehén: con un coche bomba asesinó al exprimer ministro libanés Rafic Hariri y a muchos otros prominentes políticos opuestos a la influencia de Irán y Siria. Esto está cambiando ahora que Israel degradó fuertemente la capacidad militar de Hezbolá y el ejército del Líbano está poco a poco recuperando el control del país. En paralelo, las fuerzas de la resistencia Siria también lograron recuperar el país del brutal Bashar alAssad, ya que Hezbolá también actuaba en Siria y era una de las principales fuerzas que soportaba al régimen. Si bien no fue ampliamente reportado en Occidente –en parte porque no cuaja con un discurso antiisraelí que se ha afianzado–, cuando Israel eliminó a Hassan Nasrallah –líder de Hezbolá– hubo festejos en las calles en Siria: se habían librado de alguien terriblemente cruel.

Los Hutíes son otro ejército proiraní, que se levantó contra el gobierno de Yemen y capturó la mitad del país, incluida su capital. Pelearon contra Arabia Saudita y una coalición de países árabes que apoyaban a Yemen. Los Hutíes secuestraron personas y barcos en el Mar Rojo, atacaron barcos militares norteamericanos y tiraron misiles balísticos contra Israel.

Un tercer ejército armado, entrenado y financiado por Irán es Hamás, en Palestina. Hamás es considerada una organización terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, la Argentina y otros. No solo realizó atentados terroristas en Israel, sino también dentro de Palestina: asesinatos, torturas y la más brutal persecución política. No hay espacio para la disidencia en Gaza. Todo está controlado por Hamás. Puede colgar a cualquier disidente en una plaza. Solo alcanza con decir –aun si es falso, obviamente– que esa persona cooperaba con un régimen extranjero: Israel.

Cuando Hamás inició esta guerra, hacía dieciocho años que Israel no ocupaba Gaza: no había “ocupación”: eso es parte de la propaganda. El ataque que realizó Hamás sobre Israel el 7 de octubre de 2023 fue debido a una necesidad de Irán, porque Israel y Arabia Saudita iban a firmar un acuerdo de paz y amistad, lo cual iba a dejar a Irán muy aislado en la región.

También las proxies iraníes se sintieron empoderadas debido a que Irán había logrado llegar a pasos de construir la bomba atómica –tienen material para 15 bombas–.

Adicionalmente, Israel parecía debilitado por una fuerte división interna: el primer ministro quería avanzar sobre la independencia del Poder Judicial y hubo una esperable reacción civil.

Hamas realizó un ataque terrorista de grandes proporciones sobre civiles. Israel necesitaba responder, pero estaba rodeado -y fue luego atacado con misiles crucero y balísticos- por los cuatro flancos con Hamas, Hezbolá, los Hutíes e Irán. Como no podía luchar contra todos ellos al mismo tiempo, siguió la máxima de Napoleón: “Divide y conquistarás”. Así, fue respondiendo uno por uno. Desde más cerca hasta más lejos. Hamás, Hezbolá, los Hutíes. Y si bien ya tuvo intercambio de fuego directo con Irán en los últimos meses, Israel necesitaba ir a la fuente del problema para terminarlo de una vez.

Además, Irán no mostró signos de arrepentimiento: seguía diciendo que quería destruir a Israel y dijo que iba a rearmar a sus ejércitos mercenarios extranjeros. Más aún: Israel siente que debe mandar un mensaje a otros posibles enemigos –que lo atacaron en el pasado y por décadas se negaron a firmar tratados de paz y amistad–. Lo único que los limita para atacar a Israel es su fortaleza militar. Si sienten que Israel es débil, entonces volverán a atacarlo. Israel sintió que tenía que dar una respuesta clara frente al ataque de Hamás.

Finalmente, Irán está construyendo la bomba atómica y en las negociaciones con EEUU rechazó la propuesta de dejar de enriquecer uranio. Sigue firme. Ni Israel, ni EE.UU. -ni Europa, aunque aún no ha actuado con fortaleza- podían darse el lujo de permitir que Irán tuviera una bomba atómica con la que pudiera borrar del mapa a Jerusalén o a Londres.

El ataque de Israel a Irán no fue una escalada, ni un ataque preventivo, ni una sorpresa. Era esperable como parte de la guerra iniciada por Irán en octubre de 2023, en la que Hamás fue solo el mensajero y donde el pueblo Palestino es sólo una excusa y un escudo humano de Hamas e Irán.

Israel ya ayudó –de manera indirecta– al Líbano y a Siria a recuperar su libertad política. Y aunque hoy no se vea –debido a la “niebla de la guerra” y hasta suene polémico decirlo debido al fuerte influjo de la propaganda proiraní en Occidente– hoy Israel está ayudando a los palestinos a liberarse de Hamás. En el corto plazo, el accionar de Israel quizás también le permita al gran pueblo persa liberarse de los ayatolás. Y por más que los gobiernos árabes digan lo contrario en público, en privado quieren que Israel triunfe en todas estas batallas, porque Israel está destruyendo a los mismos enemigos que ellos tienen, todos patrocinados por Irán. El Medio Oriente está cambiando y va a ser un lugar más pacífico cuando todo esto termine.

Magíster en Estudios Internacionales


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