Con cuidados extremos, en un vehículo especialmente acondicionado, con temperatura y humedad controladas, y circulando a baja velocidad por la Autovía 2, el cuadro robado por un ex funcionario nazi durante la Segunda Guerra Mundial y hallado en un chalé de Mar del Plata viajó hacia los tribunales porteños en medio de un fuerte operativo de seguridad. Allí, en una sala del cuarto piso y en custodia de la Corte, permanecerá hasta tanto se resuelva su destino.
El cuadro conocido como “Retrato de una dama”, atribuido, en principio, al artista italiano Giuseppe Ghislandi (1655-1743) -aunque una investigación de Clarín basada en documentos de la ciudad de Bérgamo pone en duda su autoría-, quedó bajo custodia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación por decisión del juez federal de Mar del Plata, Santiago Inchausti, quien lleva adelante el caso.
Aunque el fiscal Carlos Martínez había solicitado que la obra fuera alojada en el Museo del Holocausto, Inchausti resolvió ponerla en manos de la Corte como responsable institucional del Poder Judicial de la Nación “en la medida en que se trata de un delicado bien de altísimo valor histórico y cultural”.
Para el magistrado, esta obra «requiere especiales medidas de seguridad y preservación» y «se halla sujeto a un proceso judicial en el que se entrelazan el derecho argentino y el derecho internacional, además de las relaciones diplomáticas con los países involucrados”.
El lunes, una comisión encabezada por el comisario Roberto Varela, director de seguridad del máximo tribunal, viajó a Mar del Plata para retirar el cuadro. El procedimiento contó con el asesoramiento de expertos para la correcta conservación de obras de arte, explicaron fuentes judiciales.
“La obra fue examinada antes de retirarla y después de su llegada para verificar el estado óptimo de la pieza y realizar un informe de estado que asegura que no haya sufrido daños durante dicho traslado”, contaron fuentes judiciales.
Para el viaje fue embalada con plástico de burbujas y espuma de poliuretano dentro de una caja de madera para asegurar que el cuadro no se moviera. El transporte llegó al Palacio de los Tribunales porteño después de un viaje hecho a baja velocidad; durante el trayecto se controló la temperatura y la humedad para evitar que pudiera sufrir algún daño.
Sobre el final de la tarde, el camión que transportó la pieza junto a un vehículo de la comisión de seguridad de la Policía Federal, en calidad de custodio, arribaron al Palacio de Justicia. El traslado lo hizo una empresa que se especializa en mudanzas internacionales y en el manejo y montaje de obras de arte.
El cuadro fue ingresado por la entrada de la calle Tucumán y trasladado hasta el cuarto piso del edificio. Lo recibieron la directora de Bibliotecas de la Corte Suprema, Jessica Susco; la licenciada en conservación y restauración de bienes culturales María de la Paz Podestá y el director de Gestión Interna e Infraestructura, Sergio Romero, entre otros funcionarios.
Las mismas fuentes contaron que la pieza fue ubicada en un salón contiguo al lugar donde se llevaron adelante el relevamiento, análisis y escaneo de los más de 4.600 carnets del “Deutsche Arbeitsfront” (Frente Alemán del Trabajo), y las más de 400 libretas de la Unión Alemana de Gremios, que habían sido encontradas en el subsuelo del edificio durante una mudanza del archivo del máximo tribunal.
Tanto esa oficina como el lugar donde ahora quedó alojado el cuadro “cuenta con especiales medidas de seguridad, que incluye el acceso a la sala a través de datos biométricos, cámaras de seguridad y custodia policial permanente”.
El caso
El cuadro se encontraba desaparecido desde hacía más de 80 años y era buscado como parte de las fortunas que robaron los nazis a familias judías durante la Segunda Guerra Mundial. La Agencia de Patrimonio Cultural de Países Bajos lo incluyó en un amplio listado de obras de arte expoliadas en aquel período.
La obra formó parte de la prestigiosa colección del marchante judío neerlandés Jacques Goudstikker, uno de los principales galeristas de Ámsterdam. Tras la invasión alemana de 1940, Goudstikker intentó huir con su familia a Nueva York, pero murió durante el viaje en barco. En su galería quedaron más de 1.100 obras que él mismo se había encargado de documentar en un inventario.
Esa colección fue adquirida por un banquero alemán y luego liquidada a precios irrisorios entre altos jerarcas del Tercer Reich.
En tanto, el medio neerlandés AD realizó una investigación sobre documentos de la época de la guerra que sugerían que el cuadro buscado podía estar en manos de Friedrich Kadgien, a quien distintas investigaciones ubicaron como la mano derecha y asesor financiero de Hermann Göring, un alto jefe de la SS y procesado como criminal de guerra por el Tribunal Militar Internacional en Núremberg.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Kadgien huyó primero a Suiza, luego se instaló en Sudamérica: tras un paso por Brasil, donde compró propiedades en Rio Grande de Sul y fundó una empresa de Rio de Janeiro, se radicó en Buenos Aires. Nunca cambió su nombre, una práctica común entre los nazis que huyeron después de guerra, y aquí solo lo tradujo a Federico Gustavo Kadjien.
Por su parte, Peter Schouten, corresponsal en Argentina del mencionado diario neerlandés, intentó contactar a la familia de Kadjien en Mar del Plata, aunque todavía no sabían que allí se encontraba el ahora famoso retrato. Viajó a esa ciudad, tocó timbre en la casa de Padre Cardiel y Patagones, pero tampoco lo atendieron.
Notó que había un cartel de una inmobiliaria que anunciaba la venta de la casa, chequeó en la web y entre las fotos que mostraban la propiedad, en la del living, sobre un sillón capitoné dio con la imagen del cuadro. La noticia tuvo repercusión mundial.
Cuando Interpol fue alertada sobre la existencia de esa pieza en la casa de Patricia Kadgien, una de las hijas del jerarca nazi. Arca Aduana se sumó a la denuncia. El fiscal Martínez, avalado por el juez Inchausti, allanó el chalé del barrio Parque Luro, pero el cuadro ya no estaba: sobre el mismo sillón había ahora un tapiz con la imagen de dos caballos.
La búsqueda no cesó allí. Hubo más operativos, en uno se secuestraron otros dos retratos que aun están siendo analizados y se dispuso la detención preventiva por 72 horas de la mujer y su esposo, Juan Carlos Cortegoso, en el marco de una causa por encubrimiento agravado conexo a delitos de lesa humanidad, delito que finalmente les imputó el juez.
Fue el abogado de la familia, Carlos Murias, quien el 3 de septiembre pasado entregó el cuadro en la fiscalía federal, que tiene 180 días para desarrollar la investigación y determinar cuál será el destino del retrato.
Los herederos del marchante neerlandés, por lo pronto, ya hicieron saber que tramitarán la devolución de la obra.
AA