miércoles, 24 septiembre, 2025

El regreso del club del helicóptero

Muchos son, sin dudas, los aspectos sobre los cuales el presidente Javier Milei tendría que ensayar una sincera autocrítica. Nada de eso, sin embargo, puede opacar la legítima preocupación de la ciudadanía y de sus gobernantes frente a maniobras espurias como las que, desde el kirchnerismo, se vienen orquestando con el propósito de desestabilizar al gobierno nacional.

No les falta razón a quienes, desde el oficialismo, han puesto sobre el tapete la supuesta existencia de acciones dirigidas a un “golpe blando”, que a diferencia de los golpes de Estado tradicionales, puede llevarse a cabo sin la intervención de la fuerza militar para debilitar a un gobierno y provocar su caída.

El llamado “club del helicóptero” ha vuelto a sobrevolar las instituciones de la República y, como ya ha ocurrido en otras ocasiones en la Argentina del siglo XXI, reconoce el afán por recuperar el poder de sectores del peronismo que han sido derrotados en las urnas. A ese propósito, cuyo antecedente más dramático puede hallarse en la crisis de diciembre de 2001, se suma la búsqueda de una salida al complicado futuro penal que enfrenta la expresidenta Cristina Kirchner, condenada a seis años de prisión por hechos de corrupción y procesada en otras tres causas judiciales que podrían terminar agravando su pena.

Sobran indicadores de las intenciones golpistas de quienes hoy pretenden convertirse en denunciadores seriales, mientras niegan la masiva y ya condenada corrupción que ha caracterizado a las sucesivas gestiones presidenciales kirchneristas.


La condenada expresidenta Cristina Kirchner ha comenzado a ser parte de un pasado que no puede volver, aun cuando ella intente disimularlo bailando en su balcón de la calle San José


Conocidas son las profecías de dirigentes como Juan Grabois sobre el final del gobierno actual. Más recientemente, el actual senador provincial Sergio Berni sostuvo que “Milei está totalmente agotado y tiene los días contados si no cambia el rumbo”, al tiempo que afirmó que, si bien tiene mandato hasta 2027, “hay que ver si la sociedad lo sigue soportando”. No está de más recordar que Berni se encuentra imputado por la falta de conservación de la escena del crimen donde fue hallado muerto el fiscal Alberto Nisman, el 18 de enero de 2015. En ese entonces, era secretario de Seguridad de la Nación.

En los últimos días, el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno –condenado a prisión en suspenso tanto por proferir amenazas como por la manipulación de datos del Indec– afirmó que “Milei se tendría que ir con una salida elegante antes de que la bronca se espiralice”. Y otro dirigente peronista, Felipe Solá, consideró que el presidente argentino representa una religión y que “esa religión se va a caer”, al tiempo que conjeturó que la vicepresidenta Victoria Villarruel podría reemplazarlo.

Finalmente, desde su prisión domiciliaria, Cristina Kirchner habló de la “bomba” en la que se habría convertido la economía argentina y afirmó: “El tic tac ya puedo escucharlo desde San José 1111”.

Más que inquietud por una situación económica de la que el kirchnerismo sigue siendo el principal responsable por tantos años de despilfarro, desequilibrio fiscal, inflación y latrocinio, anida en este sector de la oposición una fácilmente advertible desesperación por la difícil situación de su líder. También por su incapacidad para efectuar su autocrítica por haber puesto al país al borde de un nuevo proceso hiperinflacionario hacia fines de 2023 y por haber aislado a la Argentina del mundo, acercándola al chavismo venezolano o, como Alberto Fernández, ofreciéndole a Vladimir Putin transformarnos en la puerta de entrada a América Latina para Rusia.

Sería deseable que los dirigentes peronistas empezaran a advertir que Cristina Kirchner comienza a ser parte de un pasado que no puede volver, aun cuando ella disimule bailando en su balcón de la calle San José.

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